miércoles, 9 de enero de 2013

Reportaje clowns hospitalarios en Quito


Atención: ladrones profesionales de sonrisas sueltos en Quito

Señor, señora; niño, niña; jóvenes y… jóvenes de espíritu pongan mucha atención, desde hoy, en su diario caminar. Está confirmado que día a día, por las calles de la capital, existen personas dedicadas a robarle una sonrisa hasta al señor más serio que vean.

Entre la multitud que espera en la Av. Amazonas y N.N. U. U. para cruzar la calle, un joven causa sensación entre el resto. Luce camiseta y jeans, lleva una mochila y gorra. Pero de su nariz sobre sale una gran bola roja, de esas que usan los payasos. La gente extrañada lo mira, unos comentan, otros simplemente ríen. Él mira tranquilo el semáforo. Se da cuenta que logro su cometido, también sonríe y les dice “Lindo día”, mientras se marcha contento porque logró su misión, cuenta las sonrisas que robo y las anota en un papel. A la altura de la Av. Del Maestro, caída la tarde, una chica camina con total libertad por la vereda. A su paso sonríe y saluda con todo aquel que pasa a su lado, lleva la misma nariz roja del chico de la gorra y su botín de sonrisas es un tanto mayor. 

¿Quiénes son? Bueno, ellos se denominan “clowns hospitalarios para la sociedad”, como lo dirían formalmente. Pero, dentro de los centros de salud son: el Dr. Yaso, la Dra. Amor, el Dr. Cito y juegan a ser dueños del lugar. Pero su misión no muere ahí, en la calle juegan a lo mismo. “Las personas de los hospitales no son las únicas enfermas, hay gente fuera que también necesita ayuda”, les recuerda Jaime Boada, coordinador de Jamby Clowns de la PUCE a sus compañeros.

Son 28 jóvenes, entre 20 y 30 años, más mujeres que hombres, los que se dan cita todos los sábados, de 2 a 5 de la tarde, en un aula de arquitectura de esa universidad, y también un día a la semana en la mañana, según lo acomoden con sus distintas ocupaciones. Todos son estudiantes, algunos trabajan, pero nunca dejan de ser “doctores de la sonrisa”.

Llegan, saludan entre todos, siempre es un saludo alegre, efusivo: con fuertes abrazos, cargadas y vueltas, como quienes desbordan de alegría al volver a verse tras mucho tiempo. Dejan sus cosas en una esquina y limpian el lugar para comenzar con su entrenamiento.”Esto es como una escuela de payasos de la vida. Nos entrenamos, cada día aprendemos cosas nuevas y tenemos deberes: como pasar todo el día puestos nuestras narices y hacer nuestras actividades diarias robando sonrisas a la gente”, asegura Roxy Orbe.

Una vez "limpia" el aula, se despojan de sus disfraces de personas y usan ropa ligera para realizar las actividades. Han creado un ambiente de absoluta confianza entre ellos, pues algunas mujeres se cambian ahí mismo. La clase empieza cuando la música se adueña del lugar.

Realizan varios ejercicios. Primero caminan por el lugar, cómo y por donde sus pies los lleven: unos lo hacen para atrás, otros en zigzag, en círculos o por el borde. Poco a poco cruzan miradas. El ritmo se acelera y terminan fusionados en un abrazo: en parejas, en tríos, en grupos más grandes. Las risas estallan cuando están cinco y el coordinador grita “cuatro” y sacan a uno y tiene que realizar una penitencia. Aprenden obras que pondrán en práctica cuando visiten los hospitales y hacen improvisaciones.

La vida acelerada de la ciudad incide en los estados de ánimo de las personas. Muchas por sus múltiples ocupaciones viven a mil por hora y han olvidado sonreír, dice Francis Andrade, quién ha dedicado dos años de su vida a esta humanitaria labor.

El humor, tras varios estudios, ha llegado a ser considerado como una herramienta de trabajo muy valiosa. “La risa y el buen humor, pueden ser muy eficaces para afrontar las enfermedades” afirma David Burgos, médico resiente del Hospital Baca Ortiz.

 

La risa brinda una liberación física de las tensiones acumuladas y consigue que las personas se mantengan emocionalmente estables y lejos de experiencias desagradables lo que puede contribuir a que el sistema inmunológico funcione óptimamente. Es por ello que en Quito, varios grupos se han sumado a la iniciativa de regalar sonrisas.

 

Existen cinco grupos de clowns reconocidos por los hospitales para realizar esta labor: Clowns Célula roja, Jóvenes contra el cáncer, 1-800 clowns, Narices rojas y Jamby Clowns. Otras personas que también realizan esta labor de forma independiente se suman a la misión pero deben realizar una serie de trámites y solicitudes que los centros de salud requieren para dejarlos ingresar.

 

Por ejemplo: cuatro clowns del grupo Célula roja visitan el Hospital de niños Baca Ortiz de lunes a viernes de 8:30 a 14:30, recorriendo los servicios de consulta externa y hospitalización. Mientras que, los domingos, los chicos de Jamby Clowns visitan a los pacientes del Hospital Eugenio Espejo.

 

Los tratos y actividades son distintos, pues es distinto el recibimiento que los pequeños dan a “La abejita juguetona” que busca que, entre risas, los niños se tomen sus medicamentos; que las señoras que aceptan la propuesta de matrimonio del coqueto Dr. Yaso. “Mi clown aparte de ser loco es súper coqueto y se casa con todas las que puede. Claro que en un principio no quieren, son personas mayores, pero al final seden, la mayoría.”, cuenta con juna amplia sonrisa Juan Sebastián Ontaneda. 

 

Las emociones positivas ayudan a sobrellevar la enfermedad y favorecen el proceso de recuperación, pero por si solas no logran curar a la persona. El pesimismo conduce a la depresión, que a su vez interfiere en el sistema inmunológico, con la consiguiente vulnerabilidad a las enfermedades; el optimismo operaria de la manera opuesta, sostiene Cristina Maldonado, psicóloga.

 

Los conceptos de emoción, estrés, humor y salud, aunque son diferentes y parece que nada tienen que ver entre sí, guardan estrechas y complejas relaciones. Los clowns sabiendo esto, buscan desencadenar la alegría en grandes y chicos. Cualquier lugar es su escenario y cualquier objeto es una herramienta de humor para ellos.

 

La emoción más típica cuando una persona se enferma es el miedo, lo que puede dificultar considerablemente la recuperación de la salud. Patch Adams el mundialmente reconocido como el”doctor de la risa” lo sabe bien. Este hombre lleva trabajando en ello varias décadas y este enero visitó por cuarta ocasión nuestro país. Apoyo la campaña implementada por el Ministerio de Salud Pública “Terapia del humor” y visitó el HBO, estuvo en Otavalo y Guayaquil.

 

Él vivió en carne propia la tristeza y la depresión cuando era pequeño. Estuvo hospitalizado en un centro de salud mental y allí conoció cuanto estos estados de ánimo pueden deteriorar la salud de las personas debido a sus efectos sobre el comportamiento.

 

Los problemas relacionados con la pérdida de motivación general y la creación de situaciones de excesiva dependencia “suelen aparecer asociados, como alteraciones de la alimentación y el sueño, cansancio crónico o pérdida de interés sexual”, advierte Karina Rivas, psicóloga.

 

Pero, hay que tomar en cuenta que  estimular el sentido del humor de una persona puede ofender a otras. El sentido del humor de cada persona es único” dijo en 1990 el doctor, Bruxman. Y es algo que conocen bien todos aquellos que se dedican a ésta labor. “No siempre las personas quieren participar y debemos respetarlo”, Carolina López.

 

El humor puede facilitar la comunicación derribando barreras y acercando a las personas. Como fue el caso de Andrea Moscoso, una niña internada en el Baca Ortiz de niños, padecía Lupus, una enfermedad aún muy rara. Cuentan los clowns de Jamby Clown que en un principio era bastante reservada y no le gustaba que nadie le diga nada ni se acerque a su cama. Un día el Dr. Yaso la espió, sin que ella lo notará. Al percatarse la pequeña del hecho el doctor salió corriendo. Se ahogo en una carcajada y el acto se repitió por casi veinte minutos. La confianza nació junto con una gran amistad.

 

La enfermedad de Andrea no desapareció, pero las visitas del Dr. Yaso le brindaron alegría y opacaron, en cierta medida, el dolor. La labor de este grupo de jóvenes le ofreció una mejor calidad de vida a “la princesa” como le llamaba Juan Sebastián Ontaneda, el Dr. Yaso, y según testimonio del padre, la niña se fue feliz a cuidarlos desde el cielo. Byron Moscoso agradece ahora, un año después de la muerte de la pequeña, que le hayan robado tantas sonrisas a su hija, porque no es de Dios que a sus 6 años haya sufrido tanto.

 

Desde el punto de vista terapéutico, el humor ayuda a pensar de forma racional y positiva, proporciona sentimientos de alegría, ayuda a desbloquear tensiones. Está comprobado según varios estudios que reírse ayuda a prevenir enfermedades y como en el caso de Andrea y de muchos otros pacientes más, genera una calidad de vida mucho más óptima en personas en enfermas.

 
Así que si ve a alguien con nariz de payaso en la calle caminando, sonría, salúdelo y por qué no robe sonrisas usted también por su camino. La tarea de hoy de los chicos: entrar siempre con una amplia sonrisa a cualquier lugar.

 

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